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lunes, 27 de abril de 2009

YO PISE TUS CENIZAS TODAVIA HUMEANTES

Todavía recuerdo con gran pena aquel último día de enero de 1994.
Un gran escalofrío recorrió el cuerpo de todos los que, aquella fría mañana, escuchamos la triste noticia: el gran Teatre del Liceu, está en llamas.
Me encontraba en una cafetería, cerca del Mercat de Sant Antoni, cuando alguien, que no recuerdo si era un repartidor, un cliente, o algún empleado que llegaba para comenzar su jornada de trabajo, comunicó la noticia: está ardiendo el Teatre del Liceo.
El local enmudeció, hasta que una de las máquinas tragaperras descargó su repetitiva música sin ningúun tipo de piedad.
Tal vez fué lo único que animó a todos los allí presentes a empezar con la serie de preguntas tan típicas: ¿que ha a pasado?, ¿cómo ha sido?...Me encotraba relativamente cerca del lugar y, como no, consideré que allí debía estar yo.
Durante el trayecto, se escuchaban las sirenas de los coches de bomberos.
Tardaría en llegar al lugar unos 15 minutos aproximadamente a un ligero paso que, inconscientemente, se acentuaba tal como iba aproximándome.
A mitad de camino, ya podía observar la oscuridad del cielo y sentir el olor a quemado que invadía las callejuelas del casco antiguo de Barcelona.
Mi acceso a las Ramblas lo hice por la calle Boquería.
Multitud de personas invadían la avenida, que, tan curiosos como yo, no querían perderse el acontecimiento.
A pesar de la multitud, pude aproximarme lo suficiente para poder ver la gran fachada, que de momento, parecía no estar afectada.
No podía acceder más, ya que la zona estaba acordonada , pero divisaba perfectamente el movimiento de los bomberos, que con altísimas escaleras, no dejaban de lanzar grandes chorros de agua a la parte interior del teatro.
Se oían comentarios de todo tipo: ha sido provocado por un piromano, un atentado, un cortocircuito...
Iban llegando al lugar grandes personalidades, tanto del mundo de la política como del espectáculo.
Los medios de comunicación les pedían unas palabras que, con emoción y con el mismo nudo que teníamos todos en la garganta, relataban sus recuerdos del Teatre.
De camino a casa, no dejaba de pensar en una cosa: que pena, como podía haber ocurrido...
Pero había algo que mi mente repetía constantemente: lo que daría por VER EL TEATRO POR DENTRO y, hacer unas fotografías inéditas.
Mis deseos eran imposibles, imaginense la cantidad de medios de seguridad que rodeaban el teatro para impedir que nadie se introduciera dentro, ya que tenían que llegar los péritos, técnicos y especialistas para valorar los daños y hacer sus informes respectivos.
Durante el siguiente día seguí con detalle la información de la extinción del incendio.
 Los medios de comunicación no hablaban de otra cosa.
 El equipo de bomberos terminó su labor y retiraron su despiegue de medios.
Al siguiente día recibí una llamada.
Estaba en casa. Era mi buen amigo P.P. (que desgraciadamente ya no está con nosotros).
P.P., en aquella época trabajaba de vigilante jurado, desde que le conocí siempre trabajó de lo mismo.
- Hola Ricardo, me dijo.
 ¿Te gustaría ver el Teatre del Liceu por dentro?
- Pero, ¿qué me estas contando? - le contesté alucinado-
¿Es verdad lo que me estas proponiendo?
- Me ha tocado hacer la vigilancia del teatro y, si quieres, puedes venir y entrar conmigo.
No me lo podía creer.
 Precisamente él, que se ocupa de evitar que nadie entre, se ofrece a enseñarme lo que infinidad de personas, entre ellas medios de información estarían dispuestos a pagar lo que fuera por ver.
- Ahora mismo voy, le dije.
- Mira, por la parte lateral de la derecha del teatro hay una puerta pequeña.
Allí estaré yo esperándote.
Sali de mi casa lo más rápido que puede, sin olvidarme, por supuesto, de mi cámara de fotos.
La emoción me invadía sin saber lo que iba a encontrarme.
Llegué donde me indicó y, allí estaba esperándome.
- Pasa - me dijo comprobando lo emocionado que estaba.
- Tenemos que guardar silencio e ir con mucho cuidado, sólo podemos pasar por donde me han indicado.
Primero fuímos por la parte de la entrada del teatro, que era la menos dañada.
No había luz, todo estaba oscuro y sólo disponíamos de dos linternas para alumbrarnos.
Pude ver la gran escalinata que accedía a la parte superior con la magnífica alfombra roja.
 Podía apreciar las delicadas pinturas que cubrían los techos, ya que en esa zona, no parecían demasiado dañadas.
 Una maravillosa sala cubierta de espejos, un tanto ahumados, enfocaban los rayos de las linternas y éstos se reflejaban por todas partes.
Es la famosa sala de los espejos, me dije, con una sensación de pena y emoción.
Seguidamente fuimos a la cafetería, inmensa, alargada y con grandes arcos tranversales.
La barra donde servían los cafes y las copas, era de madera de color avellana y un mueble grande en la pared del fondo con estantes se intuía que habían estado llenos de tazas, platos y vasos.
En esa zona estaba todo destrozado, pero no quemado.
 Se supone que los bomberos pasarían por allí con las mangueras y con los potentes chorros destrozaban todo a su paso.
En las tazas y platos, de porcelana blancos, se podía leer la "L", de Liceo, en un color azul intenso.
Todo estaba tirado por el suelo, casi todo roto, sillas, taburetes… un destrozo total.
- ¿Puedo coger una taza?, - le dije.
- Cójela, supongo que todo se lo llevarán para tirarlo a un contenedor -me respondió.
Luego nos dirigimos a un lugar inferior, que se accedía por unas escaleras (me falló el sentido de la orientación, ya que estaba todo oscuro y no dejaba de hacer fotografias).
En ese lugar estaba lleno de barras colocadas una a continuación de otra y llenas de trajes que no podía apreciar exactamente de que tipo de vestuario se trataba.
Pensaba para mí, haber si encuentro algún traje con pedrería o algo espectacular que pudiera llevarme, pero, como sólo disponía de una mano, porque en la otra tenía la linterna, me resultaba muy difícil mirar uno por uno.
Solo pude obtener un broche con azabaches negros y rodeado de swaroskis de color rojo intenso que, seguramente, habría estado prendido en el escote de un vestido de una gran diva de la lírica: Montserrat Caballe.
En el último tramo de la visita, fuímos a la parte más importante, también la más destrozada por el incendio: el patio de butacas y el escenario.
Aun no tengo palabras para detallarlo.
Nos encontabamos en una de las puertas que accedían a uno de los palcos privados de la parte alta del teatro.
Podíamos observar todo el patio de butacas donde había caído todo el techo del teatro.
 En cada planta se podían ver alrededor, todas las puertas con los accesos a los palcos que, por cierto, no quedaba ninguno.
Todo era tetrico y, la sensación de desconsuelo era tal que no podía articular palabra.
El escenario estaba en las mismas condiciones, sólo se mantenía en pie el arco abobedado que separaba el escenario del patio de butacas.
No estaba acostumbrado a ver siniestros de tal magnitud.
En pocas palabras: era impresionante.
Las imágenes que observais, las captó mi cámara y, al verlas, espero que comprendaís lo difícil que es explicar lo que vieron mis ojos.
A veces los sueños se cumplen y, el mo, sin lugar a dudas, se cumplió..
Esta entrada de mi blog, es un homenage de gratitud a P.P. (allá donde estés) por cumplir mi ilusión arriesgando, incluso, su puesto de trabajo.
Siento que la balanza se decantara hacia el lado equivocado.
Gracias P.P.




2 comentarios:

los pensamientos de lucy dijo...

El Liceo , como el ave Fénix ha resurgido de sus cenizas, y tu eres un ser privilegiado porque has visto su muerte y su resurgir a la vida, y a diferencia de muchos de nosotros has sabido apreciar esta gran experiencia.
Saludos.

Anónimo dijo...

Tienes una forma de describir cada lugar que es como si con palabras hicieras la fotografía, tienes el don de transportar a las personas al lugar que describes,ya ves volvio a resurgir de sus propias cenizas eso suele pasar muchas veces en esta vida con todas las cosas hasta con las personas

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