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lunes, 1 de junio de 2009

CARMENCITA Y LA RANA

Carmencita siempre fue una niña buena.
Desde pequeña, disfrutaba leyendo cuentos infantiles de fábulas y aventuras.
Además le encantaba disfrazarse de hada, de reina, de princesa…
Solía pasarse el día cantando por el salón de su casa preguntando a su papa,

- ¿Quién es la princesa más bonita del reino?
Su papa, le contestaba que, sin duda alguna, no existía princesa más bella que la que tenía delante.
Sin ninguna duda, era la niña de sus ojos.
De todos los cuentos que leía, ella se veía la protagonista de la historia, metiéndose en el papel de tal manera que, incluso, le pedía a su papa, que le llamase por el nombre de la protagonista.
Su papa, antes de comprarle un nuevo libro, conociendo a su hija, se aseguraba que la historia no estuviera protagonizada por niña traviesa, ni maleducada, para que la niña no adquiriera ese rol.
Fue pasando el tiempo y la niña fue creciendo, pero su mente infantil seguía en ella.
Seguía queriéndose parecer a los personajes de sus historias, y sintiéndose la princesa más bella del lugar.
Un buen día, su papa le regaló un libro con una bonita historia protagonizada por una princesa, muy bella, un príncipe y una rana.
La protagonista del mismo, estaba enamorada del príncipe, que por culpa de un maléfico hechizo, se convirtió en rana. Sólo el beso de su amada, podía devolver al príncipe a su aspecto anterior.
Una noche, su papa entro en la habitación de su hija para darle un beso antes de acostarse. Ella aún estaba despierta y al ver a su padre empezó a relatarle la historia de la princesa, el príncipe y la rana, detallándole como la princesa tuvo que besar a la rana para que se convierta en príncipe.
En ese mismo instante el hombre, observo que algo se movia bajo las blancas sabanas de hilo.
Asombrado, le dijo a su hija, que es eso que se mueve?
Pues no lo se, dijo la niña con cara de asombro.
De pronto, apareció un joven muchacho un tanto asustado.
El hombre se quedóo muy sorprendido al ver la escena.
Entonces Carmencita con cara de inocente dijo a su papa...
- Yo no se nada, papa, simplemente le dí un beso a una ranita que estaba en mi cama.
Me temo que su papa no se quedó muy convencido de la historia, porque a partir de ese día dejó de comprarle cuentos, ya que el verdadero cuento lo tenía ella.

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