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lunes, 27 de julio de 2009

LUCIA


En algunas ocasiones actuamos de modo distinto al habitual, sin ningún motivo ni razón.
Tal vez, aunque no seamos conscientes de ello, nuestros pasos van hacia donde los dirige nuestro inconsciente.
Aquel día fue agotador. Mucho trabajo, muchas prisas y muchos nervios. Nunca me ha asustado el trabajo, de hecho, estoy acostumbrado a ese ritmo, pero lo que no se puede controlar es el agotamiento...
Mi mejor terapia, siempre, ha sido andar y pensar mientras ando.
Esta decisión de evadirme cambió mi rumbo y el de otras personas.
Suelo tomar siempre la misma ruta: de mi casa hasta el centro. Nunca me han gustado las periferias y, como norma, nunca tomo rumbo hacia esas zonas.
Ese día fue distinto, precisamente por ese motivo, tomé una dirección contraria a la de costumbre.
Después de andar mucho, me encontré en pequeño parque donde, en el centro, estaba ubicada una vieja casa abandonada. Pintadas de graffiti en la mayoría de paredes y, algunos jóvenes, con su monopatín haciendo acrobacias imposibles.
A pesar de la presencia de los muchachos, un gran silencio reinaba en toda la zona.
Divisé un columpio, en el lugar mas relajado de la zona y, sin pensarlo, me dirigí hacia él, para balancearme un rato.
Me sentía relajado sobre el columpio y, para ser sincero, no puedo recordar el tiempo que permanecí sobre él.
Pude divisar, mientras seguía balanceándome, que se aproximaba una niña con una melena de preciosos cabellos rubios. Al llegar junto a mí, se detuvo y se me quedó mirando, detenidamente, sin decir la más mínima palabra.
Deduje que la niña quería subirse al columpio.
¿Quieres subir? - le pregunté.
La niña permanecía mirándome, inmóvil, y en el más completo silencio.
Decidí bajarme para cederle el columpio.
Sin dudarlo, la niña se subió en él.
Junto al columpio había unos escalones y me senté en uno de ellos observando como se mecía la niña.
El columpio se balanceaba con gran fuerza y emitía unos sonidos chirriantes a consecuencia del roce de los metales que lo suspendían.
Dejé de observar la niña y, con mis manos en las sienes, me dedique a meditar y pensar en mis cosas mientras el columpio seguía emitiendo el sonido del balanceo.
De pronto, el sonido empezó a disminuir y la velocidad del balanceo fue cesando hasta detenerse por completo.
Giré la cabeza para observar de nuevo a la niña y comprobé que me estaba mirando fijamente.
De pronto me quedé muy sorprendido al observar que la niña estaba a llorando.
¿Qué te pasa? - le pregunté extrañado.
No conseguí que saliera palabra alguna de su boca.
¿Cómo te llamas? - insistí.
Lucia - me dijo.
Por primera vez escuché una palabra.
Que nombre mas bonito tienes - le dije cariñosamente.
Ella dejó por fin de llorar, aunque todavía se le escapaba algún suspiro de vez en cuando.
Mi mama esta malita - me dijo de repente
¿Qué le pasa a tú mama? - le pregunté extrañado
Le duele la barriguita – me respondió
¿Y, dónde está tú mama? - pregunté
En la pastelería.
¿La pastelería? – dije ¿Qué pastelería?
Detrás de ese edificio
Tienes que ir con ella - insistió la niña
¿Quieres que vayamos a verla? - pregunté
Yo no – dijo Tu solo - insistió señalándome la dirección con el dedo índice
Estaba confuso y extrañado.
Esta bien, iré a ver a tu mama, pero tú no te muevas de aquí - le dije.
Por primera vez , la niña sonrió al ver mi intención de ir al lugar que me había indicado.
Me apresuré, sin estar muy convencido si se trataba de un juego de niños…
Al girar la esquina del edificio pude ver claramente un toldo de color granate con unas letras blancas que se podía leer “pastelería”.
Bueno, al menos la niña no me ha engañado, pensé.
Según me acercaba, el corazón me latía con más fuerza.
Pude observar un escaparate de cristal con varias bandejas donde se exponían pastas y dulces.
Junto a la vitrina había una puerta, también de cristal, con un cartelito que indicaba que estaba abierto.
Entre en el interior y ojeé alrededor del local.
No ví a nadie.
¡Hola! - dije en voz alta.
Nadie contesto.
Decidí asomar la cabeza por una puerta que estaba a un lateral de la tienda y que tenía una cortina recogida hacia un lado.
¿Hay alguien? - insistí.
En ese momento, oí una voz muy floja que provenía de algún lugar cercano.
¿Pasa algo? - dije un tanto nervioso.
De nuevo un quejido. Provenía de detrás de una mesa de trabajo.
Al acercarme, pude observar una mujer que estaba tendida en el suelo sudando y con la cara muy pálida.
¡Dios mío!, ¿Señora, qué le pasa? - le pregunté asustado
Ella me miraba pero no podía ni hablar.
Voy a llamar una ambulancia ahora mismo, esta mujer esta fatal, pensé.
Rápidamente llame al 091 e informe de la situación, insistiendo que el asusto parecía grave.
Mientras llegaba la ambulancia me puse a su lado y le tomé la mano con fuerza para que se sintiera respaldada.
Al poco tiempo llegó una ambulancia con dos amables muchachos y la introdujeron en una camilla dentro de la ambulancia.
Pregunté dónde se la llevan, porque habría que avisar a alguien.
Me dijeron que a La Cruz Roja de Hospitalet, ya que era el más cercano.
En ese momento me acordé de la niña.
Les dije que iría a preguntarle a su hija dónde podía avisar a alguien de la familia para informar del grave asunto.
La ambulancia partió urgentemente hacia el hospital con la pobre mujer.
Antes de dirigirme hacia el parque en busca de la pequeña, una vecina salía del portal que había junto la pastelería. Me preguntó que había ocurrido y le informé.
En los balcones estaban asomadas varias personas que, atraídas por la sirena de la ambulancia, curioseaban desde arriba.
Decidí bajar la persiana metálica de la pastelería para que nadie se metiera en su interior.
Acto seguido decidí ir a buscar a la niña para decirle que me dijera donde podía avisar alguna persona de su entorno.
Regresé de nuevo al parque, pero de la niña no había ni rastro. Me pareció curioso que el columpio todavía se balanceaba con cierta intensidad, pero a pesar de buscar por todas partes no ví a la pequeña por ningún sitio.
Pensé que ya se había ido a su casa y había informado de la dolencia de su mama.
Volví de nuevo a la pastelería por si venia algún familiar e indicarle donde estaban atendiendo a la pobre mujer.
Al llegar, de nuevo estaba en la calle la vecina del portal de al lado y me dijo que se había puesto en contacto telefónicamente con un familiar cercano de la mujer y que en poco tiempo llegaría alguien para cerrar con llave el local.
Menos mal que la vecina conocía alguien, pensé.
La vecina me dijo que no me preocupase y que podía marcharme tranquilamente, y que ella estaría allí esperando que llegara el familiar para cerrar el local. Me aseguró que ella misma les indicaría en que hospital atendían a la mujer.
Decidí marcharme a mi casa después de tantos contratiempos.
En el trayecto, no dejaba de recordar lo sucedido y me alegré de haber encontrado a la niña y, por supuesto a su mama.
El siguiente día amaneció. Durante toda la mañana no dejé de darle vueltas a la cabeza sobre el estado de la señora.
¿Se habrá repuesto?, ¿Seguirá en estado grave?...estaba en un mar de dudas.
Fue entonces cuando decidí dirigirme de nuevo a la pastelería en cuanto terminara la jornada de trabajo. Estaba muy preocupado por el tema y necesitaba saber algo al respecto.
Tal vez la señora querría conocerme.
Al salir del trabajo, tomé el primer bus que me llevara a la pastelería. Estaba nervioso, impaciente e intrigado.
El bus paró a unas pocas calles del local y tuve que andar un poco. Al llegar, pude observar que la pastelería estaba con la puerta abierta y me apresuré a entrar.
Había una mujer un poco más mayor y más obesa. Estaba atendiendo a dos mujeres y les estaba explicando que su hermana estaba fuera de gravedad pero que seguía ingresada.
Me quedé perplejo cuando escuché lo que les dijo a continuación a las dos mujeres: “menos mal que un chico entró y aviso a una ambulancia, porque unos minutos mas tarde… Tenía un ataque de apéndice agudo con perforación”.
Me quede atónito.
Las señoras se fueron y la mujer dirigiéndose a mi, pregunto en que podía atenderme.
Le dije que sólo había venido a interesarme por la señora enferma, pero que ya había escuchado el diagnostico.
¿Eres amigo de mi hermana? - me preguntó
No exactamente - le dije - De hecho, no nos conocemos. Fui yo quien llamó a la ambulancia.
¡Dios santo! - exclamó la mujer
Y saliendo a toda prisa de detrás del mostrador se agarró a mi cuello y no dejaba de abrazarme. Repetía constantemente la palabra gracias.
Yo estaba atónito y sin saber que decir.
Si no llega a ser por tí, mi hermana no estaría con vida - me insistió.
Todo ha sido cuestión de casualidad - le dije - fue su hija quien me dijo que viniera a la pastelería.
Querrás decir su hijo - me corrigió la mujer
¿Su hermana no tiene una hija? - le pregunté
No, solo tiene un hijo - respondió
No entendía nada, ¿Quién era aquella niña entonces?
Pues creí que su hermana tenía una hija - le insistí a la mujer que seguía emocionada.
Bueno, tuvo una niña, pero desgraciadamente falleció con siete años.
Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo.
Disculpe que le pregunte, pero ¿cómo se llamaba la niña?
LUCIA - me dijo con cara de pena.
Y ¿cómo era?
Era preciosa. Rubia, con pelo largo, una muñeca
Perdone, pero ¿no tendrá usted una foto?
¿La conociste? - me preguntó al ver mi interés.
No, no la conocí, pero me haría ilusión ver una foto de la niña.
La mujer fue hacia la puerta que conducía al interior y al poco tiempo regresó con una pequeña foto en la mano.
Sabía que mi hermana tenía alguna foto por aquí.
Me mostró la imagen y fue en ese momento cuando me quedé completamente sin habla.
La imagen de la niña era la misma que ví en el parque el día anterior.
Además llevaba la misma ropa que en la fotografía: la misma faldita de cuadros y la mi misma blusita blanca.
La mujer observó mi asombro y se sintió intrigada.
¿Porqué tienes tanto interés en mi sobrina?
Perdone que le pregunte, tan solo era por curiosidad. No sabía que tenía una hija que falleciera tan pequeña. Es una pena, pobre mujer.
Le pedí un favor a la señora. Le di mi número de teléfono y le dije que cuando su hermana estuviera mejor y pudiera recibir visitas que me avisara. Era muy importante para mí poder hablar con su hermana.
Me despedí de la mujer y salí de la tienda dirección al parque.
Me dirigí al columpio. Necesitaba ver de nuevo ese vínculo entre este mundo y el otro.
Creí que las sorpresas se habían terminado, pero estaba equivocado.
Al acercarme al lugar donde debería estar suspendido el columpio, no conseguí verlo por ninguna parte.
No puede ser, juraría que estaba justo en este lugar.
Di una vuelta alrededor del parque por si lo hubieran cambiado de sitio. Pero fue en vano. El columpio había desaparecido.
Había unos muchachos estaban sentados en un banco cercano y me acerqué a ellos.
Perdonar chicos, pero ¿sabéis si han quitado el columpio que estaba ahí?
¿Qué columpio? - dijeron al unísono.
¿No había allí un columpio? - insistí.
Nosotros venimos cada día a jugar y nunca hemos visto un columpio
Muchas gracias y perdonar chicos.
No entendía nada. Solo sabía que, gracias a la niña, la mujer estaba con vida en estos momentos.
A los pocos días me llamó la misma mujer ya recuperada. Me alegré mucho de hablar con ella y sobretodo de conocerla.
Me invitó a merendar en su casa unas pastas riquísimas, recién hechas, con un buen chocolate.
Me pareció una mujer encantadora y su niño, de unos tres añitos, correteaba por toda la casa.
No se si hice bien o mal, pero no me atreví a contarle lo que realmente ocurrió.
Tal vez hubiera sido una emoción demasiado fuerte estando todavía convaleciente.
Todavía hoy, sigo preguntándome si debería decirle a la señora que realmente quien le salvó la vida fue su hija, que vino a este mundo para avisarme.
Tal vez no me creería después de tanto tiempo.

- ¿CEEIS QUE DEBERÍA DECIRSELO?
- ¿DEBERÍIA HABERSELO DICHO EN SU MOMENTO A PESAR DE ESTAR ELLA CONVALECIENTE?
- ¿CREEIS QUE HICE BIEN EN NO DECIRLE NADA Y DE ESTE MODO NO TENER QUE RECORDAR TAN TRISTE ACONTECIMIENTO?

Necesito consejo porfa…

3 comentarios:

los pensamientos de lucy dijo...

Creo que debiste decirselo,pero aún estás estas a tiempo.
Estas experiencias devuelven la fe a cualquiera, y si has perdido a un ser tan querido aún mas. Es reconfortante saber que hay algo más cuando todo ha acabado.
Con cariño . Alicia

Teresina dijo...

De dónde has sacado la foto???
Me gusta la historia pero me da miedo!!! Besinos.

Ricard dijo...

La foto me la hizo Josep en Milan.
Ricard

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