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domingo, 16 de agosto de 2009

LO ESPECIAL NO TIENE NOMBRE

Nos encontramos en Firenze y debemos apresurarnos a encontrar un lugar donde comer, ya que el día anterior, por poco, no conseguimos que nos sirvieran a pesar de ser las 14:30 horas.
- Bueno, de todos modos, aun tenemos tiempo de buscar algún lugar agradable porque son las 14:00 horas.
- Fíjate, en el patio interior del Palacio Giovanni, parece haber gente sentada en unas mesas y tal vez sirvan comidas.
- Lo mejor será aproximarse para observar.
- Es una cafetería-restaurante, pero me parece curioso que en la entrada no ponga ningún cartel ni rotulo informando…
- ¿Qué hacemos…probamos aquí?
El lugar tiene un gran encanto ya que esta ubicado en el patio interior del palacio.
En un extremo, un gran escenario con un curioso cerdito en el centro, a un lado, seis sofás de piel: tres blancos y tres naranjas rodeando unas mesas.
En el extremo opuesto varias mesas, todas distintas entre si, con un sinfín de sillas también distintas todas ellas.
Decidimos tomar asiento en la única mesa que estaba desocupada a pesar de estar llena de platos y restos de los anteriores comensales.
Durante la larga y excesiva espera, hicimos un indiscreto repaso tanto a los comensales de las otras mesas como a los camareros de tan pintoresco lugar, comentando lo curioso que resultaba ver casi tantos camareros como mesas moviéndose continuamente de un lado para otro, pero sin aprovechar ninguno de los viajes.
Observamos con asombro que iban totalmente descontrolados llevando los platos a las mesas equivocadas, preguntando lo que habían pedido para comer en repetidas ocasiones y devolviendo platos a la cocina que no había pedido nadie.
Por extraño que parecía todo, daba la sensación que los camareros se esforzaban por hacerlo lo mejor posible ya que la simpatía y el intento de ofrecer un buen trato quedaba patente.
No había la menor duda de que los chicos lo estaban pasando verdaderamente mal a juzgar por las inmensas manchas de sudor que se apreciaban en las camisas a consecuencia de los nervios.
Respecto a los clientes, también nos resultaron un tanto “especiales”. Podríamos decir que un tanto fashion y sofisticados que sentados por grupitos conversaban animadamente dando la sensación de que la problemática con el servicio quedaba totalmente inadvertida para ellos.
Por fin, una de las camareras se acercó a nuestra mesa para atendernos y nos dió la bienvenida con la amabilidad que caracterizaba a todo el personal y, retirando los platos y vasos de nuestra mesa, tuvo que hacer infinidad de viajes para recogerlo todo. Estaba claro que la muchacha carecía de la más mínima experiencia para realizar su trabajo.
Una vez repasada la carta, observamos que los precios no eran excesivamente caros y en uno de los constantes viajes de la camarera hicimos nuestro pedido.
La comida fue verdaderamente exquisita. Patatas horneadas con su piel a la salsa de romero, y unas ensaladas especiales que se comían con la vista.
Los problemas continuaron cuando al empezar a comer comprobamos que no teníamos los cubiertos ni las servilletas, con lo cual nos vimos obligados a pedirlos en dos ocasiones para evitar que se enfriara la carne. Para mas “inri”, las bebidas se calentaron rápidamente al utilizar unos vasos ardiendo recién sacados del lavavajillas. Por suerte unos cubitos de hielo solucionaron el problema. Los camareros nos pedían disculpas en repetidas ocasiones y el empeño constante en hacer bien su trabajo y la amabilidad a raudales hacia imposible recriminar el pésimo servicio.
Si la comida fue excelente, el postre fue lo máximo de las exquisiteces: Tarta casera con helado de vainilla y chocolate fundido, DELICIOSO!!! Aquella situación tan irreal tenía que inmortalizarla con mi cámara y empezando por el riquísimo postre fotografié todo lo que alcanzaba mi vista, cuando una de las camareras se sorprendió al verme hacer fotografías, hasta el punto de acercarse a preguntar si habíamos comido bien.
Nuestra respuesta fue rotunda al informar que la comida estaba excelente. La camarera, una vez mas pidió disculpas por el evidente desorden y nos develó el misterio de tan curiosa situación:
- Hoy es el primer día que hemos abierto el restaurante y todo nuestro empeño lo ponemos en serviles lo mejor posible a pesar de la desorganización típica de un primer día.
Les dimos la enhorabuena por la elección del lugar para ubicar su restaurante, por la decoración tan contemporánea y sobretodo por la riquísima comida que nos han servido. En cuanto al servicio preferimos no abrir boca y dejarlo en el aire con la esperanza que en poco tiempo la experiencia les convierta en unos auténticos camareros.
Deseo la mayor de las suertes y que la prosperidad acompañe el negocio.

“La experiencia es la suma de nuestros desengaños”

1 comentarios:

los pensamientos de lucy dijo...

Es maravillosa tu capacidad de sorprenderte por las pequeñas cosas, y tu saber vivir con esa magia que llevas dentro.
Besos.

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