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martes, 8 de septiembre de 2009

QUERIA SER INVISIBLE

Que vulnerables y frágiles son los niños. Están dispuestos a creer todo lo que ven y lo que se les dice. Por ello, es importante prestarles mucha atención y hacer que se sientan queridos y comprendidos.
Voy a contar una historia que me ocurrió cuando era pequeño y, a pesar de los años, me acuerdo perfectamente.
Era a finales de los 70 cuando por televisión emitían un programa infantil llamado “Los chipiritiflaúticos”. Una tarde, viendo el programa, aparecía uno de los personajes cuyo nombre era “Poquito”. Era un divertido payaso que junto con sus otros compañeros, (Valentina, Tío Aquiles, Barullo, Capitán Tan…y otros que ya no recuerdo) provocaban las risas de los más pequeños cuando contemplaban sus aventuras.
Una de ellas fue más allá cuando dijo a todos los telespectadores que tenía el don de hacerse invisible. Con los trucos de la televisión, aparecía y desaparecía por arte de magia, asegurando que gracias a ello gozaba de un montón de ventajas, como por ejemplo, entrar gratis al cine siempre que le apetecía.
Mi mente infantil no daba crédito a tan fascinante don. Daba por seguro que si mi amigo Poquito podía ser invisible, también lo podría ser yo.
A partir de ese momento le dije a mi mama que quería ser invisible como Poquito. Ella estaba acostumbrada a mis juegos y a mis travesuras, pero mi capricho de ser invisible empezó a tomar un camino distinto al de un simple capricho.
Recuerdo que me emperré en ser invisible y el capricho se convirtió en rabieta.
Ese día mi mamá y yo fuimos a casa de mi abuela y, ya harta le dijo,
- Tú te crees, me tiene desesperada con que quiere ser invisible, este niño se ha vuelto loco. Haber si tú lo convences.
- Tú, ¿porqué quieres ser invisible? - me preguntó mi abuela
- Quiero ser invisible como Poquito, el entra gratis en el cine y muchos más sitios sin que lo vean - respondí
- Pero, no ves que en la televisión todo es mentira - me dijo
- No, abuela, yo he visto como aparece y desaparece. Tiene que ser muy divertido - insistí
El caso es que ni mi mamá ni mi abuela, consiguieron quitarme de la cabeza el capricho de querer ser invisible.
Volvimos a casa y, como cada noche, antes de acostarme fuí a darle las buenas noches a Trini y Julián, los vecinos viejecitos del piso de arriba que me cuidaban mientras mis papas trabajaban.
Yo les expliqué una vez más mi empeño en querer ser invisible y les dije que estaba muy enfadado porque mi mamá no me dejaba serlo.
Entonces fue cuando Julián me dijo,
- ¿Sabes que Trini cuando era pequeña también quiso ser invisible?
- ¿Ah, si?... - dije yo asombrado.
- Y ¿consiguió serlo? - pregunté
- Claro que sí - me insistió
- ¿Ves la mano de Trini? - A Trini, le faltaban tres dedos de una mano porque cuando era joven se los pilló con una maquina cuando trabajaba - Cuando Trini quiso ser invisible lo primero que le empezó a desaparecer fue su mano, menos mal que antes que le desapareciera el brazo dijo basta.
Desde ese día no volvió a encontrar sus dedos que siguen invisibles. ¿Tú quieres que te ocurra lo mismo? - me dijo Julián.
- Noooo – dije – Pero… Trini me dijo que se los pillo con una máquina - dije en voz baja, para que Trini no lo escuchara.
- Eso es lo que les decimos a los niños cuando son pequeños, pero tú ya eres un niño un poco más grande y ya puedes saber la verdad. Pero recuerda, no se lo digas a nadie, es nuestro secreto – sentenció Julián
- ¡Nooo! ¡¡A nadie!! - dije en voz baja
Y con un beso a Trini y otro a Julián me fui a casa, para dormir y soñar que ya nunca más querría ser invisible.

No hay nada más bello que la inocencia de un niño. Educarlos es darles mucho menos de lo ellos nos piden.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ricard gracias por ser como eres y por estar aqui, me has emocionado con esto, es que sabes los niños son tan incentes que pueden creer cualquier cosa ¿cómo puede haber alguien que haga daño a un niño abusando de esa inocencia? Gracias

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