Ya falta menos para carnaval y no creo que tarden mucho en llamarme unos grandes amigos a los que cada año, sin falta, no sólo les preparo los mejores disfraces de carnaval, sino que, además, les hago unos maquillajes espectaculares.
Con varios meses de antelación ya quieren saber cúal será su disfraz y, por supuesto, con la garantía de ser los que queden ganadores del concurso. Cada año, yo mismo me pongo el listón más alto y cada vez lo tengo más difícil para elegir el disfraz.
A pesar de todo, el primer premio siempre se lo han llevado ellos desde el primer año que me ocupe de su estilismo. La única condición es que no pueden llevar máscaras y razones tienen para ello.
Al llegar empezó a buscar a su marido , ya que el hombre desconocía cual era el disfraz de su mujer.
De pronto divisó a su marido y se llevó la mayor de las sorpresas: estaba tonteando con varias chicas muy animadamente. Su mujer al verlo, se le ocurrió una idea para ponerle a prueba y acercándose empezó a ligotear con el, ya que no podía reconocerla por el disfraz y la máscara. Él al verla no tardó mucho en ser seducido por su propia mujer que muy facilona, permitió que después de un buen rato tonteando, se le fuera la mano en unos reservados de la sala de fiestas. Fue entonces cuando el hombre propuso a la mujer ir a un lugar más tranquilo y más íntimo. Ella aceptó la propuesta pero antes decidio ir al aseo a retocarse. En ese momento, mientras el hombre la esperaba se fue de la fiesta y una vez en su casa se metió de nuevo en la cama sin dejar de pensar lo desvergonzado que era su marido cuando le dejaba solo.
Al cabo de unas horas de acostarse, escuchó cómo su marido llegaba intentando no hacer ruido para no despertarla. Ella, que estaba despierta, le preguntó que cómo le había ido en la fiesta y el le respondió que al final no asistió. Por supuesto ella sabía perfectamente que había asistido, pero aun así, le preguntó ¿entonces dónde has estado todo este tiempo?. Pues resulta que al salir del portal de casa me encontré al vecino del primero y le dije que iba a una fiesta de disfraces pero que no me apetecía en absoluto porque no iba contigo y me propuso unirme a jugar al mus con sus amigos en su casa . Le presté el disfraz a su cuñado que también estaba allí y no sabía jugar al mus y acepto asistir a la fiesta en mi lugar.
A partir de ese año prohibieron las máscaras en las fiestas de carnaval ya que casualmente los amigos que les ocurrió tan curiosa anegdota tambien eran miembros de la asociación de la fiestas.