Una de las épocas que más han marcado mi vida, fue cuando, afortunadamente, conocí el magnifico Music Hall: BELLE EPOQUE.
Tal vez por mi juventud, mi inexperiencia, o mi ilusión por conocer el mundo del espectáculo, se me antojó que era lo más maravilloso del mundo.
(si queréis conocer con todo detalle como ocurrió ese casual encuentro, lo podréis leer en la entrada del blogg ``Sigo oliendo a nenuco´´10-5-2009).
Mi amigo Toni me presentó a Dolly Van Doll, una magnifica mujer con la imaginación más impresionante que he conocido. De cualquier pequeña idea, de repente, imaginaba el más magnifico número, sorprendiendo, por completo, al más experimentado de los asistentes a sus espectáculos.
Hay que reconocer que, aparte de Fernando, su marido, que llevaba la gestión de la empresa, estaba rodeada de, quizás, los más grandes de la profesional que colaboraban, en todo momento, en sus producciones.
Un factor importante para llevar a cabo ese ambiente mágico: la sala.
Antiguamente fue un cine. El antiguo cine Moratín que, una vez clausurado, se convirtió en el elegante Music Hall, donde todo era posible.
Cuando llegábamos al teatro, éramos recibidos por un uniformado portero que nos daba la bienvenida e inmediatamente, nos veíamos inmersos en un mundo fantástico donde todos y cada uno de los miembros del equipo nos hacían partícipes de él.
Una vez en su interior, nos reciben los polifacéticos actores con sus elaborados maquillajes y con el más sorprendente vestuario.
Un trapecista, colgado de un columpio, nos daba las buenas noches y, unos arlequines, en blanco y negro, nos ofrecen unos programas con el contenido del espectáculo.
Una muñeca de porcelana, de tamaño humano, nos dejaba con la duda de su parte humana, dándonos besitos de un modo mecánico. Los camareros, con riguroso uniforme de estilo muy parisino, nos acompañaban hasta las acogedoras mesitas con sus mantelitos rosas ubicadas en el patio de butacas.
La velada estaba amenizada, en todo momento, con una agradable música en directo que procedía de uno de los tres escenarios que presidían el teatro.
Todo este preámbulo, sólo era el principio de lo que prometía la noche, el espectáculo más innovador en las noches de Barcelona.
El show contaba con un gran maestro de ceremonias, Miguel Ángel Gener, que encandilaba al público con sus presentaciones y participaciones.
El director artístico era Pascal Chevalier, bailarín francés, rescatado de la desaparecida Scala Barcelona, capaz de crear las más sorprendentes coreografías del momento.
Danielo, maestro del diseño y, artista polifacético, que junto al elenco de bailarines, destacaba en todos sus números.
El humor corría a cargo de Mimi Pom Pom, un gran artista canario, con mas de cien quilos de peso y rey del transformismo. Era capaz de hacer reír al público durante toda su actuación.
Dolly Van Doll, que encandilaba al publico con sus fascinantes números como “La dama del paraguas" (sobre patines), "La mariposa voladora", que por arte de magia volaba por todo el escenario dejando atónito al público, intentando descubrir como era posible que ningún sistema aparente, permitía volar a la artista sobre sus cabezas.
Lo más impresionante del espectáculo, sin ninguna duda, era la apoteosis final. Enormes miriñaques, largas capas multicolores, tocados de grandes dimensiones, abanicos luminosos y valieres con forma de bombonera, formaban el más sorprendente vestuario. En una palabra… lujo y glamour sobre el escenario.
Todas las noches, el público, puesto en pie y bailando con la música de despedida eran bombardeados con inmensos cañones de confeti multicolor poniendo el punto y final a una noche que seguro no olvidarían en mucho tiempo.
De todas formas, tengo que anticiparos que lo más sorprendente, aun está por contar….
miércoles, 3 de junio de 2009
BELLE EPOQUE
a las 21:47
Etiquetas: Belle Epoque
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