Las grandes oportunidades no se buscan: se encuentran.
Tal vez, el destino, las ponga a nuestro camino o, el azar haga que, nuestro paso, se tropiece con ellas.
De un modo u otro, el destino o el azar, hizo que conociera a Dolly Van Doll en el mejor de los momentos.
Faltaba poco tiempo para clausurar el espectáculo que estaba en cartel en esos momentos.
La fecha para el estreno de la nueva producción ya estaba concretada. Las publicidades impresas. Los números ensayados. Todo el entramado técnico a punto.
El único problema era el vestuario. Una gran parte del mismo estaba por terminar y, el tiempo se les echaba encima.
La mayoría de los trajes estaban en proceso de confección y otros ni siquiera se habían empezado (como los trajes de un número de payasos y los de la apoteosis final, que se supone que tienen que ser los más espectaculares).
El nuevo espectáculo se llamaría “MASK” (máscaras) y, en relación a ello, al final del espectáculo debía salir cada artista con una especie de pai-pai lleno de telas brillantes y piedras preciosas en cada mano. Cada pai-pai tenía en la parte visible para el público una máscara maquillada igual que el artista, de modo que parecía que tenía tres caras.
Los cuatro actores principales representaban el hielo, el agua, el aire y la tierra.
El traje del final de Dolly Van Doll, tenía que ser blanco, ya que representaba el hielo. Era un vestido largo con cola y ella misma lo estaba bordando poco a poco con fleco de canutillo de cristal. Llevaba tres meses cosiendo las tiras de cantillo con mucha paciencia y aún le quedaba más de la mitad.
Los nervios eran evidentes en aquellos momentos.
Dolly, estaba muy preocupada y comentaba con Toni el problema que tenía para poder estrenar en la fecha concretada.
En algunas de sus conversaciones estuve presente y me permití interrumpir.
- No se si puedo ser de mucha ayuda, pero si queréis que os ayude a coser, tengo todas las tardes libres. -les dije a ambos-.
Dolly y Toni se miraron el uno al otro y Toni afirmó
- Ricardo ha confeccionado el vestuario de Angelina, ¿recuerdas que te lo dije?
- Pues no es mala idea, dijo Dolly.
- No soy un experto en la confección, pero si me decís lo que tengo que hacer, estaré encantado de poder formar parte, por poco que sea, del nuevo espectáculo –dije-.
Dolly agradeció enormemente mi ofrecimiento ya que cualquier pequeña colaboración sería muy importante para llevar a cabo la nueva producción, y yo me sentí muy alagado por su aprobación.
Yo no cabía dentro de mí de la ilusión. Por otra parte era una responsabilidad, ya que no podía permitirme estropear ninguna de aquellas telas tan caras.
No me podía creer que podría tocar aquellos artículos que brillaban tanto. Coser aquellas telas que en mi vida había visto y lo que es más importante, que algo elaborado por mí, saldría en un escenario de esa categoría. Que fuerte…
Al día siguiente me puse manos a la obra y colaboré encantado a todo lo que me pedían.
La sastrería estaba en el piso superior, detrás de los palcos que había frente al escenario.
Recuerdo que el sastre se llamaba Sr. Francesc. Un señor catalán muy agradable. Había un equipo de modistas, que la verdad, después de más de veinticinco años no recuerdo sus nombres.
Realmente, aprendí a pasos agigantados y descubrí técnicas de trabajo, que sin ninguna duda, me han servido de mucho el resto de mi vida.
Ha sido la mejor oportunidad que he tenido, no sólo por lo que me enseñaron, sino, que además, conocí gente estupenda que en aquellos momentos me parecían inalcanzables.
Por cierto, mi labor en el nuevo espectáculo, entre otras cosas, fue la confección los pai-pai, donde posteriormente irían las máscaras maquilladas.
¿Os cuento un pequeño secreto?: el espectáculo se estrenó el día previsto, sin ningún contratiempo, aunque muchos trajes estaban sujetados con imperdibles a medio hacer y otros aún con los hilvanes, pero os aseguro que el público no se dio cuenta de nada.
Gracias Dolly, por confiar en mí, darme una oportunidad y, sobretodo, por tu amistad.
Me hizo mucha ilusión verte la última vez que estuve en Valencia y estuviste a mi lado disfrutando de la mascletà.
Tal vez, el destino, las ponga a nuestro camino o, el azar haga que, nuestro paso, se tropiece con ellas.
De un modo u otro, el destino o el azar, hizo que conociera a Dolly Van Doll en el mejor de los momentos.
Faltaba poco tiempo para clausurar el espectáculo que estaba en cartel en esos momentos.
La fecha para el estreno de la nueva producción ya estaba concretada. Las publicidades impresas. Los números ensayados. Todo el entramado técnico a punto.
El único problema era el vestuario. Una gran parte del mismo estaba por terminar y, el tiempo se les echaba encima.
La mayoría de los trajes estaban en proceso de confección y otros ni siquiera se habían empezado (como los trajes de un número de payasos y los de la apoteosis final, que se supone que tienen que ser los más espectaculares).
El nuevo espectáculo se llamaría “MASK” (máscaras) y, en relación a ello, al final del espectáculo debía salir cada artista con una especie de pai-pai lleno de telas brillantes y piedras preciosas en cada mano. Cada pai-pai tenía en la parte visible para el público una máscara maquillada igual que el artista, de modo que parecía que tenía tres caras.
Los cuatro actores principales representaban el hielo, el agua, el aire y la tierra.
El traje del final de Dolly Van Doll, tenía que ser blanco, ya que representaba el hielo. Era un vestido largo con cola y ella misma lo estaba bordando poco a poco con fleco de canutillo de cristal. Llevaba tres meses cosiendo las tiras de cantillo con mucha paciencia y aún le quedaba más de la mitad.
Los nervios eran evidentes en aquellos momentos.
Dolly, estaba muy preocupada y comentaba con Toni el problema que tenía para poder estrenar en la fecha concretada.
En algunas de sus conversaciones estuve presente y me permití interrumpir.
- No se si puedo ser de mucha ayuda, pero si queréis que os ayude a coser, tengo todas las tardes libres. -les dije a ambos-.
Dolly y Toni se miraron el uno al otro y Toni afirmó
- Ricardo ha confeccionado el vestuario de Angelina, ¿recuerdas que te lo dije?
- Pues no es mala idea, dijo Dolly.
- No soy un experto en la confección, pero si me decís lo que tengo que hacer, estaré encantado de poder formar parte, por poco que sea, del nuevo espectáculo –dije-.
Dolly agradeció enormemente mi ofrecimiento ya que cualquier pequeña colaboración sería muy importante para llevar a cabo la nueva producción, y yo me sentí muy alagado por su aprobación.
Yo no cabía dentro de mí de la ilusión. Por otra parte era una responsabilidad, ya que no podía permitirme estropear ninguna de aquellas telas tan caras.
No me podía creer que podría tocar aquellos artículos que brillaban tanto. Coser aquellas telas que en mi vida había visto y lo que es más importante, que algo elaborado por mí, saldría en un escenario de esa categoría. Que fuerte…
Al día siguiente me puse manos a la obra y colaboré encantado a todo lo que me pedían.
La sastrería estaba en el piso superior, detrás de los palcos que había frente al escenario.
Recuerdo que el sastre se llamaba Sr. Francesc. Un señor catalán muy agradable. Había un equipo de modistas, que la verdad, después de más de veinticinco años no recuerdo sus nombres.
Realmente, aprendí a pasos agigantados y descubrí técnicas de trabajo, que sin ninguna duda, me han servido de mucho el resto de mi vida.
Ha sido la mejor oportunidad que he tenido, no sólo por lo que me enseñaron, sino, que además, conocí gente estupenda que en aquellos momentos me parecían inalcanzables.
Por cierto, mi labor en el nuevo espectáculo, entre otras cosas, fue la confección los pai-pai, donde posteriormente irían las máscaras maquilladas.
¿Os cuento un pequeño secreto?: el espectáculo se estrenó el día previsto, sin ningún contratiempo, aunque muchos trajes estaban sujetados con imperdibles a medio hacer y otros aún con los hilvanes, pero os aseguro que el público no se dio cuenta de nada.
Gracias Dolly, por confiar en mí, darme una oportunidad y, sobretodo, por tu amistad.
Me hizo mucha ilusión verte la última vez que estuve en Valencia y estuviste a mi lado disfrutando de la mascletà.
2 comentarios:
A veces, la vida, es la mejor escuela.
TQM
Sin duda y por experiencia te lo digo, ya lo sabes bien, que la vida es la mejor escuela!!! ¡Coincido con Josep!
Un beso!!!
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