Casualmente y sin premeditación, elegimos el día 20 de julio para iniciar nuestro viaje a Bélgica con el propósito de recorrer las ciudades más importantes de país.
Nada nos hacía imaginar que el 21 de Julio (día posterior a nuestra llegada) era la fiesta nacional del país.
Nos extraño de gran manera al llegar al centro de la ciudad, donde estábamos alojados, la gran animación que se respiraba por todas partes.
El tiempo justo de dejar el equipaje en el hotel. Nos apresuramos a disfrutar del ambiente festivo, que en un primer momento creímos que era algo habitual del lugar (a pesar de ser un lunes)
La Gran Place, fue nuestra primera visita. No entendíamos como podía haber aquel movimiento de gente, tantas terrazas repletas de familias y tantos visitantes sentados en grupos por toda la plaza.
Todo el ambiente, hacia prever unas vacaciones muy animadas.
Al siguiente día, a primera hora de la mañana nos despertó el ruido constante de unos helicópteros. Una primera impresión fue que había ocurrido algo grave.
Después de desayunar y salir a la calle, comprobamos que los comercios estaban cerrados, lo cual nos extraño.
El incesante sonido de los helicópteros, nos tenia muy intrigados.
Una gran multitud de personas, se dirigían hacia la parte alta de la ciudad y decidimos seguir a la gente donde sea que fueran.
Por el trayecto observamos un gran número de militares haciendo demostraciones y exhibiciones de material de combate como tanques y aviones.
Entre música de marcha, unas exhibiciones de abanderados hacían acrobacias con los largos mástiles de las banderas de los países de Europa.
Descubrimos que el destino de la multitud era la catedral de Bruselas.
La zona estaba acordonada y un gran despliegue de personal de seguridad, un conjunto de caballería con uniforme, coches con los cristales tintados, periodistas y fotógrafos de prensa ocupaba la plaza de la fachada de la catedral.
Supusimos en ese momento que alguien importante estaría en el lugar y evidentemente, no estábamos equivocados.
El rey y la reina de Bélgica salían ese preciso momento del interior de la catedral.
Ese era el motivo de tanto helicóptero y de tanta fiesta. Era el día de la fiesta nacional y los ciudadanos querían celebrarlo por todo lo alto.
Nosotros delante de los Reyes de Bélgica y sin seguir el protocolo. Con camiseta, pantalón corto y sandalias. Quien lo iba a imaginar.
Una vez finalizado el evento en cuestión, la fiesta continuaba.
Todo el público se dirigió a una de las mayores avenidas de la ciudad y, nosotros, como corderitos, sin saber cual era el destino, les seguimos.
El punto de destino fue la Plaza Royale. Dicha plaza, encabezaba una inmensa avenida, la cual estaba llena de bares, zonas de juegos para niños, exhibiciones, firmas comerciales ofreciendo sus productos y haciendo regalos. Realmente la calle era toda una fiesta y permaneció todo el día hasta altas horas de la noche.
Por tratarse del día de la fiesta nacional, todos los museos de la ciudad se podían visitar por tan solo un euro, con lo cual aprovechamos para hacer todas las visitas culturales que teníamos organizadas para los siguientes días.
Fue una autentica fiesta que no olvidaremos fácilmente.
“Siempre la felicidad nos espera en algún sitio, pero a condición de que no vayamos a buscarla “Nada nos hacía imaginar que el 21 de Julio (día posterior a nuestra llegada) era la fiesta nacional del país.
Nos extraño de gran manera al llegar al centro de la ciudad, donde estábamos alojados, la gran animación que se respiraba por todas partes.
El tiempo justo de dejar el equipaje en el hotel. Nos apresuramos a disfrutar del ambiente festivo, que en un primer momento creímos que era algo habitual del lugar (a pesar de ser un lunes)
La Gran Place, fue nuestra primera visita. No entendíamos como podía haber aquel movimiento de gente, tantas terrazas repletas de familias y tantos visitantes sentados en grupos por toda la plaza.
Todo el ambiente, hacia prever unas vacaciones muy animadas.
Al siguiente día, a primera hora de la mañana nos despertó el ruido constante de unos helicópteros. Una primera impresión fue que había ocurrido algo grave.
Después de desayunar y salir a la calle, comprobamos que los comercios estaban cerrados, lo cual nos extraño.
El incesante sonido de los helicópteros, nos tenia muy intrigados.
Una gran multitud de personas, se dirigían hacia la parte alta de la ciudad y decidimos seguir a la gente donde sea que fueran.
Por el trayecto observamos un gran número de militares haciendo demostraciones y exhibiciones de material de combate como tanques y aviones.
Entre música de marcha, unas exhibiciones de abanderados hacían acrobacias con los largos mástiles de las banderas de los países de Europa.
Descubrimos que el destino de la multitud era la catedral de Bruselas.
La zona estaba acordonada y un gran despliegue de personal de seguridad, un conjunto de caballería con uniforme, coches con los cristales tintados, periodistas y fotógrafos de prensa ocupaba la plaza de la fachada de la catedral.
Supusimos en ese momento que alguien importante estaría en el lugar y evidentemente, no estábamos equivocados.
El rey y la reina de Bélgica salían ese preciso momento del interior de la catedral.
Ese era el motivo de tanto helicóptero y de tanta fiesta. Era el día de la fiesta nacional y los ciudadanos querían celebrarlo por todo lo alto.
Nosotros delante de los Reyes de Bélgica y sin seguir el protocolo. Con camiseta, pantalón corto y sandalias. Quien lo iba a imaginar.
Una vez finalizado el evento en cuestión, la fiesta continuaba.
Todo el público se dirigió a una de las mayores avenidas de la ciudad y, nosotros, como corderitos, sin saber cual era el destino, les seguimos.
El punto de destino fue la Plaza Royale. Dicha plaza, encabezaba una inmensa avenida, la cual estaba llena de bares, zonas de juegos para niños, exhibiciones, firmas comerciales ofreciendo sus productos y haciendo regalos. Realmente la calle era toda una fiesta y permaneció todo el día hasta altas horas de la noche.
Por tratarse del día de la fiesta nacional, todos los museos de la ciudad se podían visitar por tan solo un euro, con lo cual aprovechamos para hacer todas las visitas culturales que teníamos organizadas para los siguientes días.
Fue una autentica fiesta que no olvidaremos fácilmente.
Francois Marie Arrovet
1 comentarios:
La felicidad nos espera, tienes razón. Pero para descubrirla hay que mirar con ojos de niño. Sigue así, un niño grande, pero niño.
Besos.
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