Era una mañana como cualquier otra.
Tú, como siempre, estabas de mal humor…
Regañaste a tu hijo porque tardaba mucho en desayunar.
Le gritaste porque no paraba de jugar con los cubiertos.
Le reprendiste porque masticaba con la boca abierta.
El pequeño refunfuñó y derramó la leche sobre su ropa.
Furioso, lo levantaste por los cabellos y lo empujaste, violentamente, para que fuera a cambiarse.
Te despediste de él y le advertiste que no se portara mal.
De camino a la escuela no habló y, sentado en el asiento del bus, llevaba la mirada perdida.
Por la tarde, cuando regresaste a casa, después de un día de mucho trabajo, lo encontraste jugando en el jardín con un amiguito.
Llevaba puestos unos pantalones nuevos y estaba sucio y mojado.
Delante de su amiguito le dijiste que debía cuidar su ropa y zapatos y, que parecía no interesarle mucho el sacrificio de sus padres para vestirle.
Le hiciste entrar en casa para que se cambiara de ropa y, mientras marchaba delante de ti, le indicaste que caminara erguido.
Más tarde continuó haciendo ruido y corriendo por toda la casa.
A la hora de cenar arrojaste la servilleta sobre la mesa y te pusiste furioso porque no paraba de jugar.
Con un golpe sobre la mesa gritaste que no soportabas más ese escándalo y fuiste a tu cuarto.
Al poco rato tu ira comenzó a apagarse. Te diste cuenta que habías exagerado y tuviste el deseo de salir para darle una caricia pero no pudiste.
Luego escuchaste unos golpecitos en la puerta.
“Adelante” dijiste adivinando que era él.
El pequeño abrió la puerta muy despacio y te quedaste indeciso sin saber que decirle.
Le miraste con seriedad y le preguntaste ¿Te vas a dormir? ¿Vienes a despedirte?
No te contesto…Sólo camino hacia tí con sus pequeños pasos y sin que te lo esperaras abrió sus brazos y se abrazó a tí cariñosamente.
Le abrazaste y con un nudo en tu garganta percibiste la ligereza de su delgado cuerpecito. Sus manitas rodearon fuertemente tu cuello y te dió un beso suavemente en tu mejilla. Sentiste que tu alma se quebrantaba.
“Hasta mañana papi” te dijo.
¿Porqué te desesperas tan fácilmente? …
Te has acostumbrado a tratarle como una persona adulta y a exigirle como si él fuera como tú y no te das cuenta que no lo es.
El tiene unas cualidades que tú no tienes: Es puro, legítimo, bueno y sabe demostrar amor.
¿Por qué te cuesta tanto trabajo?
¿Por qué estas siempre de mal humor?
¿Tal vez te estas aburriendo?...
TU TAMBIEN FUISTE NIÑO.
…Después de un rato entraste en su habitación y encendiste una lamparita con cuidado.
Dormía profundamente. Su hermoso rostro estaba ruborizado, su boca entreabierta, su frente húmeda, su aspecto, indefenso.
Te inclinaste para rozar tus labios a su mejilla y respiraste su aroma limpio y dulce.
No pudiste contener un sollozo y cerraste los ojos. Una de tus lágrimas cayó sobre su piel. No te inmutaste. Te pusiste de rodillas y pediste perdón en silencio.
Lo cubriste cuidadosamente con la mantita y saliste de su habitación.
Algún día, cuando crezca, él sabrá que los padres no son perfectos, pero que sobretodo, ojalá se dé cuenta de que LE AMAN MÁS QUE A SU VIDA….
domingo, 13 de septiembre de 2009
TODOS FUIMOS NIÑOS
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3 comentarios:
Los niños Ricard no son malos ellos sólo juegan para aprender por que algún día tienen que ser adultos y para eso antes han de jugar por que es su forma de aprender, nunca se le debe pegar a un niño por que ellos no tienen maldad deberiamos aprender de ellos, los mayores tenemos mucho que aprender de los niños, ellos no hacen guerras ni dañan sólo juegan, pegar a un niño es una cobardia muy grande por que se abusa de la fuerza y la autoridad con los niños se habla bajando a su nivel para que puedan entender y razonar se les explican las cosas pero no se les maltrata, gracias por escribir esto es muy bonito, seguro que hara reflexionar a más de una persona
Gracias Ricard por esta bella historia, los niños son lo más puro de este mundo. Debemos aprender a amarlos y a cuidarlos . Ellos son nuestro futuro.
Besos
He pasado casualmente por tu blog, he leído esta historia y me ha impactado.
Me he visto reflejada, me ha hecho reflexionar profundamente.
A veces los adultos llevados por nuestros problemas, nuestro trabajo, nuestra prisa...nos vemos desbordados por esa "falta de diligencia" en las tareas cotidianas por parte de nuestros hijos, y respondemos de una forma inadecuada.
Muchas gracias. Tendré esta historia presente.
Saludos: Maje.
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